Un plan para Barahona
Se han presentado numerosos proyectos para la explotación turística de las playas de Barahona.
Nadie duda que la provincia de Barahona posee deslumbrantes tesoros
naturales. Pero a pesar de que sus habitantes pregonan con ardor patrio
esos atractivos, el turismo brilla hoy por su ausencia. Las razones
resultan misteriosas, pero solo a primera vista.
Hace unos 22 años que el Gobierno inauguró el Aeropuerto María Montés
para detonar el anhelado despegue turístico. Pero hoy ahí no aterrizan
ni las chichiguas.
Tampoco los paradores bancentralianos de Los Patos y San Rafael,
consiguió nada. Y el hotel mayor que prohijó la iniciativa privada, con
financiamiento del Banreservas, hoy languidece cerrado y en rápida
depreciación.
Barahona cuenta con varias estrategias formales de desarrollo
turístico y uno de los clusters turísticos más viejos y activos de todo
el país. También se cuenta con una ley (212-04) que declara la provincia
como “ecoturística” y crea un consejo directivo que recibiría fondos
estatales. Pero ninguna de estas instancias organizativas ha logrado
despegar el desarrollo en grande.
Por otro lado, Barahona tiene playas impresionantes. El problema, sin
embargo, es que sus playas no son de arena blanca ni tienen cocales y
la fuerte resaca de algunas las hacen peligrosas. Por eso los
inversionistas privados prefieren otros sitios que si tienen las
características que se asocian con la clásica playa caribeña. La
inhospitalidad de las playas es la principal causa del estancamiento
turístico.
Pero una opinión atrevida diría que “ahí no esta el detalle”. El
problema es que Barahona no ha logrado montar una diligente y
perseverante gestión promotora que fije la atención en las prioridades
correctas, partiendo de la delicada premisa de que sin el apoyo
gubernamental no se conseguiría mucho. A continuación se identifican
cuatro gestiones claves que, de fructificar, compelerían el despegue
turístico.
La primera gestión tendría que ver con poner el Aeropuerto a
funcionar. Un decreto presidencial puede exonerar totalmente, por lo
menos por 10 años, el pago de impuestos a cualquier línea interesada.
Después de todo, el Estado no perdería nada, porque actualmente no gana
nada. Y si la medida no brinda los frutos esperados, entonces habrá que
pensar en subsidiar cualquier operación aérea que traiga un pequeño pero
permanente flujo de visitantes extranjeros.
Una segunda gestión buscaría la adecuación de las playas. Hay que
conseguir que la SECTUR asigne alta prioridad a la remodelación de
aquellas que ya tienen los estudios hechos.
Algunos estiman que con US$30 millones se pueden arreglar las de
Barahona, Saladilla, San Rafael, Paraíso y Enriquillo. Es razonable
pedir que los propietarios de los terrenos adyacentes contribuyan con
una parte de los fondos necesarios.
Una tercera gestión lograría una masa crítica de habitaciones
hoteleras para lograr vuelos charters mediante reapertura del antiguo
Bahoruco Beach Resort. Se dice que Banreservas, el propietario, no
suelta prenda en cuanto al precio que pide por el (US$7 millones según
informes no oficiales). Han pasado mas de cinco años desde que el hotel
cerró, pero en ese lapso los inversionistas interesados han desistido
por la negativa del Banreservas de bajar en algo sus pretensiones. Dado
su carácter estatal, ese banco debe comprender que es preferible hasta
perder dinero para conseguir que el hotel opere. Si llegare a ser
necesario, el activo debe echarse a fondo perdido para ayudar a redimir
los anhelos desarrollistas de la provincia.
Finalmente, falta que arranque el proyecto de las aguas termales de
Canoa. Si realmente logra concretar las facilidades y servicios que
propone, no cabe duda de que se habrá detonado el desarrollo para toda
la región. Hay rumores que cuestionan la seriedad de propósitos de los
inversionistas del proyecto.
Pero los barahoneros deben involucrarse para ayudar en lo necesario a
que ese proyecto despegue. De manera que una gestión local para
transparentar la situación sería lo mas conveniente, so pena de seguir
anhelando algo que nunca pase de ser un sueño.
Los barahoneros tienen una poderosa arma moral con que sustentar sus
reclamos. El hecho de que son parte de la región más pobre del país
debería obligar a la política pública a darles prioridad. Si no lo
logran tendrán que admitir, penosamente, que no tienen por sí mismos el
músculo político necesario para hacer valer sus pretensiones. Y eso no
es compatible con el “salero” de la negra en el famoso merengue de
Casandra.
De Diario Libre